La emisión del sufragio en los tiempos de la ironía histórica que padecemos parece mas un asunto de fe que de convicción política. Los incesantes llamados a la responsabilidad mediante la acción ciudadana provienen de una Institución con tan poca autoridad hace que la propaganda oficial produzca una sensación de hastío aún mayor que la de PRI, PAN y PRD.
El 2006 salí a las urnas a emitir mi voto por Patricia Mercado, convencido de la distancia entre su perfil político y el de los otros, aquellos emanados de la formación (o gradual corrompimiento) de las amorfas instituciones democráticas que en México fueron malentendidas como partidos políticos, me equivoqué, no en la marca plasmada en la boleta sino en el concepto general del proceso que me llevo a ese punto. Alternativa Socialdemócrata y Campesina fue el ultimo intento sensato de poner en la práctica los conceptos ideológicos basados en la participación social, libre de ataduras pragmáticas y de intereses, su fracaso estuvo relacionado directamente con la paulatina contaminación que provino de los desperdicios del resto de los partidos. En contra parte lo que ocurrió con la Coalición por el Bien de Todos y Andrés Manuel López Obrador fue una combinación de situaciones: la participación ilegal del sector privado y del gobierno federal, la falta de capacidad del IFE y la inestabilidad emocional del propio candidato presidencial que lo orillo a tomar decisiones equivocadas y actuar con soberbia infundada en mas de un acto público. Aunque esta obtusa disertación es inútil pues el análisis completo requiere de la inclusión de un inmenso número de voces y elementos que extenderían innecesariamente este texto.
Las expresiones auténticas que por una u otra razón se perdieron en el 2006 me obligan a considerar la posibilidad que la democracia en México ha sido confundida con un equivocado sistema que tiene por objeto único la administración del poder, ya sea porque la miopía de los encargados de llevarla a la práctica no les permite concebirla de una forma distinta o porque así conviene, y conviene a muchos.
La ofuscada necesidad de participación contrariada por la historia reciente no debe alejarnos de las urnas en el 2009. Un buen número de actores de pensamiento progresista llaman a la anulación masiva de boletas, al uso de los segundos en los que el hombre común se eleva a la par de las esferas del poder, ese momento justo de la emisión del voto para elevar la voz en un clamor general de protesta inutilizando el documento; personalmente el 5 de julio tomaré lugar en la fila de la casilla que me corresponde, tomaré mi boleta y haciendo uso del poder de decisión la destruiré (la llevaría conmigo a casa si no fuera prohibido), porque aún pienso libre y sigo aquí, he decidido que mi voto no va a la urna porque es mío y nadie lo merece.
El 2006 salí a las urnas a emitir mi voto por Patricia Mercado, convencido de la distancia entre su perfil político y el de los otros, aquellos emanados de la formación (o gradual corrompimiento) de las amorfas instituciones democráticas que en México fueron malentendidas como partidos políticos, me equivoqué, no en la marca plasmada en la boleta sino en el concepto general del proceso que me llevo a ese punto. Alternativa Socialdemócrata y Campesina fue el ultimo intento sensato de poner en la práctica los conceptos ideológicos basados en la participación social, libre de ataduras pragmáticas y de intereses, su fracaso estuvo relacionado directamente con la paulatina contaminación que provino de los desperdicios del resto de los partidos. En contra parte lo que ocurrió con la Coalición por el Bien de Todos y Andrés Manuel López Obrador fue una combinación de situaciones: la participación ilegal del sector privado y del gobierno federal, la falta de capacidad del IFE y la inestabilidad emocional del propio candidato presidencial que lo orillo a tomar decisiones equivocadas y actuar con soberbia infundada en mas de un acto público. Aunque esta obtusa disertación es inútil pues el análisis completo requiere de la inclusión de un inmenso número de voces y elementos que extenderían innecesariamente este texto.
Las expresiones auténticas que por una u otra razón se perdieron en el 2006 me obligan a considerar la posibilidad que la democracia en México ha sido confundida con un equivocado sistema que tiene por objeto único la administración del poder, ya sea porque la miopía de los encargados de llevarla a la práctica no les permite concebirla de una forma distinta o porque así conviene, y conviene a muchos.
La ofuscada necesidad de participación contrariada por la historia reciente no debe alejarnos de las urnas en el 2009. Un buen número de actores de pensamiento progresista llaman a la anulación masiva de boletas, al uso de los segundos en los que el hombre común se eleva a la par de las esferas del poder, ese momento justo de la emisión del voto para elevar la voz en un clamor general de protesta inutilizando el documento; personalmente el 5 de julio tomaré lugar en la fila de la casilla que me corresponde, tomaré mi boleta y haciendo uso del poder de decisión la destruiré (la llevaría conmigo a casa si no fuera prohibido), porque aún pienso libre y sigo aquí, he decidido que mi voto no va a la urna porque es mío y nadie lo merece.
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