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miércoles, 11 de mayo de 2011

Al extraviar la razón.

Parece un tema de fácil explotación pero el análisis debe ser mucho más profundo que los reclamos fáciles de justicia y paz, la violencia que padece el país tiene orígenes claros, esta motivada por circunstancias identificables por la simple lógica, y aún así, la autoridad se debate entre temas morales respecto de asuntos que por el momento deberían ser secundarios.

Nadie niega que la batalla contra el crimen debe ser frontal, pese a ello no debe confundirse la aplicación irrestricta de la justicia con el ajusticiamiento envalentonado. Lo que debe caracterizar a una estrategia es precisamente la planificación de los mecanismos que habrán de seguirse para garantizar el éxito, medidas mínimas que cualquiera puede imaginar, aún cuando fuera llana de detalles.

He aquí lo que cualquier ciudadano raquíticamente letrado sabe, antes de ir a una guerra contra el crimen organizado es debido inhabilitar su estructura financiera para debilitar su poder de fuego, de otra forma lo que tenemos son organizaciones delictivas medianamente cohesionadas pero que cuentan a su disposición con los recursos económicos mas que suficientes para abastecerse de armas, coaccionar a la autoridad y comprar carne de cañón en los estratos mas empobrecidos de nuestra sociedad. Otra cosa que el sentido común nos indica, es que es preferible detener con vida a capos y sicarios, ejecutarlos como sugiere el gral. Villa Castillo, es privarnos de la oportunidad de obtener información clave sobre operaciones, nombres, lugares y destinos, ya no digamos de ponernos del lado de la legalidad y de los derechos humanos.

La despenalización de algunas drogas como la marihuana debe ser también parte de un tema central. Este enervante esta al alcance de cualquiera que lo desee y se produce de manera masiva y artesanal indiferentemente, si permitimos su comercio, posesión y consumo controlado arrancaremos de tajo los ingresos que por este concepto obtienen los narcotraficantes. Por otro lado de ser gravado podemos destinar la captación tributaria al tratamiento de personas adictas para reintegrarlos a la sociedad laboral, caso contrario lo que ocurre hoy mismo que son exterminados por misteriosos comandos en una especie de limpieza, si bien no étnica si podríamos considerarla en los términos en los que esta se da.

La inteligencia en las acciones policiacas prácticamente termina en las academias, no se hacen pruebas periciales metódicamente a todas las armas confiscadas como debiera ser, tampoco hay un registro de la balística de las armas de cargo de las dependencias del estado, o como entender entonces que funcionarios entregan armas a los delincuentes en prisiones para que salgan a asesinar y que pasen meses antes de saberlo, no por la evidencia obtenida en las escenas del crimen y procesadas por laboratorios, sino por las denuncias de grupos criminales contrarios puestas en la red. Cual sería la explicación de homicidios ejecutados a metros de cámaras de vigilancia urbanas y que no existe ni un solo vídeo que proporcione imágenes de los delincuentes para que la ciudadanía ejerza el derecho inalienable de denunciarlos.

Lo inexplicable ocurre con los desaparecidos, las decenas de miles de personas que son buscados por sus familias pero no por las autoridades, de los que no hay un registro y nadie en el gobierno quiere saber sus nombres, pero que los tienen, como también tienen seres queridos a los que se les ha arrancado el brillo de los ojos, porque sus hijos y padres no están, ni vivos ni muertos, simplemente ya no están. Y son estos llantos anónimos que el gobierno se rehúsa una y otra vez a escuchar hasta que las tierras comienzan a vomitar cadáveres y no es posible ignorarlos ya.

Ante este escenario parece que los movimientos sociales son la única vía para alcanzar un cambio en el orden del poder que derive en gobiernos verdaderamente comprometidos con las prerrogativas emanadas de la Constitución. Las marchas por la paz, la de este mes de mayo del 2011, la del 2008 y la del 2004 aunque diversas en su concepción y sus exigencias comienzan a ensayar el camino de la resistencia pacífica contra las políticas públicas, sobretodo aquellas que provienen de gobiernos espurios que mediante guerras absurdamente concebidas tratan de legitimar su estancia en el poder. Faltará ahora conocer si habrá otros movimientos que consideren mecanismos mucho mas radicales para reclamar, exigir y hacer tambalear a la autoridad.