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sábado, 30 de julio de 2011

Las dos caras de la lucha por la equidad.

Hemos de pensar sin duda que quienes han sido históricamente colocados en la segunda y tercera clase de la sociedad deben ser de inmediato compensados, recibiendo al menos un trato igualitario y equitativo por las personas y el estado.

La pretensión de los movimientos que demandan una reivindicación de los derechos va mas allá de mociones por la igualdad de genero, se exige poner a disposición de las mujeres de infraestructura lo mas proteccionista posible (taxis rosas, buses y vagones del metro exclusivos, etc.), lo cual es entendible tomando en cuenta lo particularmente vulnerables que son, no por su constitución física o mental que ha demostrado siempre estar a la par y muchas veces por encima de la media, sino por el propio acoso de integrantes del sexo opuesto, que es de origen la propia naturaleza del problema.

Coincidía con Andres Lajous hace algunos años en el precepto de “no pueden crearse leyes iguales para quienes no lo son”, y aunque aún acepto como cierto tal dicho, lo que yo hoy día trato de dilucidar es si con esta orientación de poner jurídicamente a ciertos grupos con prerrogativas por encima de otros propiciamos realmente la equidad, o estamos fomentando tácitamente la disparidad cuando tratamos de remediarla.

La defensa de la equidad de género debe hoy plantearse dentro de la crítica interna que debe existir en los movimientos sociales, como defender los ideales y encauzarlos para que no empaten con una doble moral, la de “quiero como mujer estar en todos los espacios que el hombre ha reclamado como suyos pero no lo quiero a él en los míos”.

La otra circunstancia que debe considerarse es que la actual lista de demandas se ajusta solamente al puñado de grandes urbes y no atiende la realidad del 70% del país, al que le es indiferente cuantos bares donde no se admiten mujeres son conquistados en actos de domesticada rebeldía, pues para las mujeres en estos lugares los derechos fenecen bajo el techo de su propia casa.

Para alcanzar la igualdad de géneros no hay un camino distinto al que el propio país debe seguir para asegurarse un lugar en la historia. El desarrollo sustentable que como concepto retumba tanto en los discursos y mengua en las acciones, solo puede alcanzarse si las políticas públicas siguen primicias autenticas de igualdad:

Educación científica y humanista, misma que garantice al individuo en formación, indistintamente si vive en la ciudad o en pequeñas comunidades, que en su psique se marque profundamente la equidad y respeto por los géneros, las razas, las preferencias y las ideas, sentando las bases de una sociedad que identifique la diversidad como fuente de riqueza cultural, que destruya arquetipos y moldeé la conciencia colectiva del respeto y la defensa de los semejantes.

Ciudades planeadas para el individuo y no para sus vehículos, la primicia es simple, es mucho mas probable que un degenerado cometa felonías al abrigo del anonimato en un vagón atestado que en uno donde las personas tienen asegurado su propio espacio. Los trazados en los planes de desarrollo hoy mismo otorgan esos lugares a los autos, la movilidad y seguridad de las personas queda en segundo termino cuando la estrategia debería sentarse en construir la infraestructura para el traslado de ellas. Este mismo principio atenderá no solo el asunto de equidad de género, seguridad y espacio, sino que combatirá la emisión de contaminantes y consecuentemente el calentamiento global, promoverá el uso alternativo de transporte como las bicicletas que mejorarán la salud de las personas.

La procuración eficiente de la justicia, los feminicidios en el estado de México y en la frontera norte son la epítome de todo lo que esta mal en términos de equidad de género e injusticia en este país, no solo los crímenes no son castigados y los responsables ni siquiera aparecen como indiciados en averiguaciones ministeriales, son ocultados por los gobernantes, hechos menos por la autoridad que debería prevenirlos y castigarlos. De estos cruentos actos y hacia abajo en la escala de delitos, hasta el menor de ellos que no se atiende en los términos que prevé la carta magna y leyes de ella emanadas constituye una invitación a cometer el siguiente.

El derecho a decidir, sobre lo que se el individuo quiere hacer de su vida, cuerpo y pensamiento es probablemente el primero de los que debemos enlistar como prioritarios. Celebro personalmente las conquistas de la Ciudad de México en las áreas de diversidad y respeto, aunque hoy me continúa pareciendo equivocado suponer que estos logros escurrirán por si mismos hacia el resto de los estados, continuo siendo de la idea de considerar la diferencia de las personas para buscar la igualdad de las mismas, pese a ello creo que un movimiento que en su retórica no considera o no le interesa la disparidad sociocultural en la geografía social de la nación esta destinándose a si mismo a ser un movimiento local y centralista.

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