Lo que ocurrió en Morelia solo puede definirse como un acto barbárico perpetrado con una clara intención terrorista, en estos casos alrededor del mundo se persigue un fin mas allá de lo que muchas veces somos capaces de ver en la distancia.
El gobierno calderonista se lanzó de inmediato en la búsqueda de quienes perpetraron estos actos, lamentablemente la cacería se llevó a cabo mayormente en los medios de comunicación y no en el campo de la investigación.
Sin hacer uso de otro instrumento mas que el de la razón del momento, se procedió por reacción a culpar al narcotráfico, no se sugiere que haya sido de otra forma, simplemente es desdeñable dar por sentado un hecho absoluto sin la totalidad de los elementos relativos para sostenerlo, lo acontecido en Morelia no puede ser uado aisladamente desde la perspectiva de un crimen que debe ser castigado; la verdadera justicia incluye la comprensión de los sucesos a partir de un análisis profundo de la evidencia y del contexto social en su conjunto.
Guardando las proporciones y sin animo de comparación, recordemos que los primeros en ser culpados de las acciones terroristas del 11 de marzo del 2004 en la red de trenes de la estación central de Atocha en Madrid, fue el grupo separatista ETA, varias horas después el gobierno español se retractaría al encontrar evidencias de la participación de radicales islamistas. Admitir errores o replantear juicios emitidos a priori no es precisamente una cualidad del gobierno mexicano.
Además de la captura de los autores materiales e intelectuales, la investigación debe plantearse la comprensión del objetivo final de las acciones; si damos por hecho que los atentados fueron planeados y ejecutados por el narcotráfico debemos establecer cual fue su motivación y las consecuencias que pretendieron desatar.
Quienes se dedican a convertir el campo del país en zonas de producción de estupefacientes han convertido también en aliados de los habitantes de lugar, miran en ellos no a criminales sino protectores, y ellos retribuyen el favor dándoles abrigo con su silencio una de las razones por la que los grandes capos no son capturados.
Si los narcotraficantes son solo eso, comerciantes de un producto ilegal que protegen la actividad a costa de acciones criminales ¿cuál sería la motivación de un atentado enclavado en la categoría de terrorismo, si ello al final de cuentas golpea directamente contra el sentido de pertenencia que cierto sector de la sociedad tiene con los grandes líderes de los carteles en México?
Y es que las características propias de un movimiento guerrillero pueden compararse con el perfil de ciertas conductas del narcotráfico en México, pero solamente por la disposición logística, nunca por el sustento ideológico insurreccional, sino en realidad de la búsqueda del aislamiento del marco jurídico de la nación; lo que ello no implica es que el falló institucional sea para fines prácticos tomarlos como tales y actuar en consecuencia, aconsejados debidamente por quienes tienen experiencia en tratar con esta clase de organizaciones.
Desde el pasado 15 de septiembre nos asolan un sinfín de preguntas, la mayoría de ellas orientadas a tratar de comprender lo que en realidad ocurrió en Morelia esa noche, ¿fue una acción terrorista sin sentido ejecutada por el narco? ¿fue esto parte de un plan al estilo contrainsurgente preparado desde las alturas del poder político, quienquiera que este fuere, para restar el apoyo de sectores campesinos sobretodo a los grandes capos en México, o quizás para buscar el apoyo incondicional de la sociedad a la guerra contra la delincuencia organizada emprendida por el ejecutivo? Lo único probado hasta este instante es que las investigaciones no conducen aún a sitio alguno, y eso precisamente, desconocer la figura del enemigo termina siendo a final de cuentas el verdadero terrorismo.
ELIUTH IRIGOYEN